28 de agosto de 2012

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La Rioja , Tincunako on PhotoPeach

2 de julio de 2012

IMAGENES DEL TINKUNACO

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San Nicolas De Bari 

El niño Alcade 



FIESTA TINKUNACO

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EL TINKUNACO



Desde hace varios siglos, el último día de cada año civil, a las doce del mediodía en punto, encontramos en La Rioja capital un acontecimiento sin igual, el “Tinkunaco” o topamiento. Esta fiesta, tiene como base una fiesta ritual diaguita que se realizaba en la época de las cosechas, aproximadamente en nuestro enero. En ella y entre sus ritos, hombres y mujeres se ubicaban en dos filas e iban danzando hasta “toparse”. El Tinkunaco actual se basa en aquel ritual nativo, pero es también recuerdo y actualización del encuentro entre San Francisco Solano, los caciques y tribus diaguitas, y los españoles que usurparon las tierras de la actual La Rioja, un 15 de abril, jueves santo, de 1593. El origen Desde que La Rioja fue fundada por Juan Ramírez de Velasco el 20 de mayo de 1591, los nativos del lugar fueron despojados de sus derechos y libertades. Cuando este español tomó esas tierras, las repartió entre los suyos como si siempre hubieran sido propias, y a los diaguitas no les dejó nada. Pero no solamente era una cuestión territorial, el español erradicaba su idioma, sus normas de convivencia, su agricultura, sus plantas, sus técnicas, su sistema de creencias, su cultura. Por esa causa, los caciques diaguitas se unieron a las puertas de la ciudad, para enfrentarse a los abusos que los españoles estaban cometiendo con ellos. Cabe aclarar que, las tribus diaguitas sólo se unían cuando se sentían amenazadas, por lo que su accionar no era sólo un ataque, sino una actitud de defensa de lo propio. Según lo relatado por las crónicas de la época, cuarenta y cinco caciques diaguitas junto con su pueblo llegaron a la ciudad de La Rioja, y ante los maltratos recibidos por parte de los españoles, decidieron desviar el curso del río que proveía el agua a la ciudad e ir a enfrentarlos. Su presencia causó tanto temor entre los europeos, que el capitán Pedro Sotelo Narváez les solicitó a los vecinos del lugar que se armen y consigan caballos para defenderse de los aborígenes. Cuenta una leyenda que San Francisco Solano se encontraba evangelizando en la zona en aquel entonces, e intervino en el conflicto para que los aborígenes no ataquen la ciudad y a sus habitantes extranjeros. El santo, al ver la inminente batalla salió al encuentro de los diaguitas y les habló dejando en claro no obstante, que los únicos culpables de la situación eran los españoles. Nativos y extranjeros lo escuchaban y entendían, pero sin saber en qué lengua era. Algunos relatos agregan que, como Francisco les habló sobre los azotes que sufrió Cristo en su pasión, algunos diaguitas se sacaron su ropa y comenzaron a azotarse. En la memoria colectiva, se mantiene la idea que los nativos depusieron su actitud al escuchar las palabras del santo, y que le solicitaron ser bautizados, pero con la condición de no seguir teniendo, como representante del rey español y autoridad del lugar, a un alcalde español. San Francisco les propuso finalmente que la autoridad máxima del lugar fuera un Niño Jesús Alcalde, una imagen traída probablemente desde Perú o Bolivia, que en su vestimenta, a pesar de ser un niño, denotaba autoridad en sus alegorías. “Una hábil jugada política. Los españoles no habrían aceptado como autoridad a quien tuviese el perfil de un Atahualpa. Esta es una muestra de un conflicto sociopolítico en el que lo religioso contribuyó para que la sangre no llegara al río” (J. A. ORTIZ, ¿Qué es el Tinkunaco?, La Rioja 2003, 7).   La actualidad Con respecto a los distintos momentos del actual Tinkunaco, fueron los jesuitas quienes le dieron “forma litúrgica y social al hecho histórico”, según palabras de Joaquín V. González (ver J. A. ORTIZ, “Tinkunaco riojano”: Tiempo americano [1987] 42), al que monseñor Enrique Angelelli agregó y resignificó varios de sus elementos cuando fue obispo de La Rioja. Al estudiar el guión de toda la celebración, una de las cuestiones que más nos asombra es que esta fiesta se celebra casi del mismo modo, y sólo con algunas interrupciones, desde hace más de cuatrocientos años, y que aún sigue siendo significativa para el pueblo riojano. Sólo este instante, al mediodía del treinta y uno de diciembre de cada año, basta para hablar al hombre riojano el resto del año. Las fiestas del Tinkunaco se extienden desde el veintidós de diciembre de cada año, hasta el tres de enero del año siguiente. Las celebraciones giran en torno a dos cofradías, los aillis y los alféreces. Los aillis representan a los incas y son los encargados de llevar la imagen del Niño Alcalde, y los alféreces representan a los españoles y son quienes portan la imagen de San Nicolás. Los aillis concurren a la Catedral desde el primer día de la Novena de San Nicolás, que se reza desde el veintidós al 30 de diciembre. Esa es la única noche en la que los aillis no cantan en el templo. Durante el resto de la novena los aillis cantan su himno, el Año Nuevo Pacari en quichua, frente a la imagen del santo, acompañados por un pequeño tambor que el inca golpea con un palillo, y situándose debajo de un arco de madera sostenido por otros dos aillis, a los cuales se conoce como arqueros. En las épocas previas a la llegada de monseñor Angelelli a La Rioja, el inca cantaba en la puerta del templo, lo que implicaba que nadie en el interior pudiera escucharlo. Cuando le preguntaron al inca Don Luis Romero, porqué cantaba en ese sitio si nadie le prestaba atención, éste respondió: “No importa. Yo cumplo con la tradición de cantarlo” (ORTIZ, “Tinkunaco riojano”, 59). Ante esta situación monseñor Angelelli, dispuso que el canto se realizara frente a la imagen de San Nicolás, dentro del templo, para que pudiera ser oído y respetado. El treinta de diciembre, antes de la novena, el arco de los aillis es llevado a la casa de la mayordoma de la cofradía, quien lo viste con bollos de tul de color blanco. Cuando la novena de ese día finaliza, los aillis se dirigen a la iglesia de San Francisco, ya vestidos con sus propios atuendos; en esa iglesia los está esperando la imagen del Niño Alcalde. Los padres franciscanos entregan la imagen a los cofrades, y ellos se hacen cargo de la imagen y del templo al que iluminan velas y cantan. Más tarde, el inca se queda velando solo, y el resto va a cenar para luego regresar al templo, y permanecer allí toda la noche. Esa noche, la imagen del Niño Alcalde se coloca en la puerta de la iglesia, mirando hacia afuera y ubican una hilera de bancos para los aillis, y para el pueblo que asiste a la velada “hasta el amanecer, hasta que el Niño Jesús ilumina como nuevo sol”, tal como dice la letra de su canción. Mientras tanto, la mayordoma de los aillis sirve café a los presentes. A las cinco de la mañana del treinta y uno de diciembre, suenan las campanas de la iglesia de San Francisco, a las cuales le siguen bombas de estruendo y fuegos de artificio para festejar el amanecer del año nuevo –no del año nuevo civil que es al otro día, sino del año nuevo simbólico que comenzará a las doce del mediodía–. En ese momento en La Rioja, el tiempo civil y el celebrativo cultual parecen diferir; el año nuevo civil se adelanta doce horas, “como si el tiempo cronológico cediera al tiempo festivo” (N. VILLA, Tinkunaco. Fiesta de todos, Buenos Aires 19972, 23). A las once de la mañana de ese mismo día los aillis concurren a la iglesia de San Francisco nuevamente vestidos de cofrades. Cuando entran al templo, cantan el himno Año Nuevo Pacari, levantan la imagen del Niño Alcalde y lo llevan hacia el exterior, mientras que los devotos se vuelcan hacia las calles y se dirigen en procesión hasta la casa de gobierno, frente a la cual se producirá el Tinkunaco. Los alféreces y su procesión, llevan la imagen de San Nicolás también hacia la plaza que se ubica frente a la casa de gobierno. Cuando ambas procesiones se encuentran, todos los presentes, incluso San Nicolás, realizan tres genuflexiones ante el Niño, las cuales poseen la siguiente simbolización: reconocer en el Niño Alcalde al Hijo de Dios, al Rey y al hombre nacido en el portal de Belén. Luego de cada genuflexión el pueblo aclama: “Niño Alcalde, Hijo de Dios, te adoramos”. En ese momento, desde la banda municipal se toca la diana, y algunas salvas comienzan a sonar. Ortiz, uno de los autores que más ha investigado sobre las fiestas riojanas, describe ese momento como “sublime e imposible de describir ¡hay que vivirlo! Es el reconocimiento de todos a la autoridad de Dios” (ORTIZ, “Tinkunaco riojano”, 59). Luego de las genuflexiones, se produce el abrazo entre los presentes, entre las dos cofradías. El clero inciensa la imagen del Niño Alcalde, y comienzan a sonar las campanas de las iglesias, llenando de emoción el aire. La ceremonia debe realizarse a las doce en punto del mediodía del treinta y uno de diciembre, justo enfrente de la casa de gobierno, recordando así que aquel día los españoles cambiaban sus autoridades civiles. El intendente, significando ser sucesor de los alcaldes españoles, le entrega al Niño Alcalde, en realidad al obispo, las llaves de la ciudad, simbolizando así que es la verdadera autoridad para el pueblo riojano. Luego de la entrega de la llave, las dos procesiones se aúnan, el pueblo acompaña a ambas imágenes al interior de la Catedral, donde por la noche se celebrará una misa para despedir el año, y en acción de gracias por el año nuevo. Luego del topamiento, la imagen del Niño Alcalde es trasladada a la Catedral por tres días, donde quedará expuesta para ser venerada por sus devotos. El primero de enero se lo dedica a San Nicolás, lo que indica que para el pueblo riojano esta devoción tiene más relevancia que la del Niño, cuyo día es el dos de de enero. La misa comienza a las nueve treinta, en ella el obispo suele aprovechar para realizar una exhortación moral al pueblo riojano, en relación con el espíritu del Tinkunaco, y en ocasiones hacia los dirigentes locales y nacionales. Cuando termina la celebración eucarística, el inca y los aillis se dirigen a la parroquia, y en el patio le cantan al obispo, luego van a la casa de gobierno y allí le cantan al gobernador. A la hora de la siesta, los alféreces que siguen a caballo, hacen carreras recreando el antiguo “juego de las cañas”. A las veinte horas se produce una gran procesión con ambas imágenes, en la cual participan los fieles y las autoridades civiles y eclesiásticas del lugar. Esta procesión se acompaña de cantos, letanías, el rezo del rosario, entre otras manifestaciones de fe, y suele durar unas dos horas. Se llevan iluminadas las imágenes del Niño Alcalde y San Nicolás hasta el atrio de la Catedral donde el obispo despedirá a la multitud. Sigue una misa que se oficia en el interior de la Catedral, y ambas imágenes ingresan al templo en medio de la algarabía del pueblo. El dos de enero, dedicado al Niño Alcalde, los padres franciscanos son quienes ofician la misa. El tres de enero se dedica a los promesantes. Después de la misa de ese día se realiza una ceremonia parecida a la del treinta y uno de diciembre. En ella se cambia el Alférez Mayor y Aspirante; los que actuaron en estas fiestas, pasan por debajo del arco de madera donde cantaba el inca, y entregan sus insignias a quienes han sido designados para el año próximo. Ese día frente a la gobernación nuevamente, San Nicolás despide al Niño quien volverá a la iglesia de los franciscanos hasta el próximo Tinkunaco. Para este día, monseñor Angelelli realizó aquí otra modificación con el Niño Alcalde, cuando el inca devuelve la llave. A través de las manos del obispo, le entrega al intendente una Biblia, y en ese momento el pueblo aclama: “Según esta Ley queremos ser gobernados.” Monseñor Angelelli basó esta simbología en el libro que la imagen de San Nicolás tiene en su mano. Luego de la entrega de la Biblia, la imagen de San Nicolás regresa a la Catedral, y la del Niño Alcalde al templo franciscano. Los fieles mientras tanto exclaman: “Adiós, Niño hermoso, pal´ año i´ volver”. Expresión religiosa popular, pero también mensaje social. Desde hace más de cuatrocientos años, esta fiesta nos llama al encuentro y reconciliación entre sectores sociales, orígenes, culturas. El Tinkunaco riojano es entonces un mensaje plástico, que año a año intenta hacerse realidad.  




El Tinkunaco
Festividad histórica que deviene en hecho religioso y político, El Tinkunaco encuentra su razón de ser en el enfrentamiento ocurrido en 1593 entre los nativos y el renovado poder español que los oprimía. Según expresa la tradición, habrían sido los jesuitas quienes se propusieron rescatar en una ceremonia aquel acontecimiento de singular importancia para la provincia de La Rioja, dando origen al festivo Tinkunaco que, a partir de entonces, se repetiría cada 31 de diciembre (fecha en que los españoles renovaban autoridades) con alegría, colorido y las siguientes formalidades:
Una procesión sale de la Catedral con la imagen de San Nicolás, en representación de los Españoles; y otra sale de San Francisco llevando la imagen del Niño Dios Alcalde, en representación de los Diaguitas. Dos procesiones, saliendo de lugares distintos, pero  dirigiéndose hacia un mismo lugar: la Casa de Gobierno. Allí se van a encontrar.



El Tinkunaco, voz quechua, que significa encuentro, fusión o mezcla, es la fiesta que se celebra en la ciudad de La Rioja entre el 31 de diciembre y el 3 de enero.

En esta fiesta, los riojanos reviven los acontecimientos sucedidos en la Pascua de 1593: cuando los diaguitas, agobiados por insufribles tratamientos impartidos por los españoles, no soportaron más su trato y resolvieron atacar la ciudad.

Las armas apostadas en el fuerte de Las Padercitas fueron insuficientes para resistir el ataque de más de 9000 pobladores originarios conducidos por 45 caciques de otros tantos poblados.
Según cuenta la historia, ante esta situación los españoles recurrieron a los oficios de San Francisco Solano, quién logró restablecer la paz yendo al encuentro de los aborígenes mientras tocaba su violín y, llevaba una imagen del niño Jesús. A partir de entonces, la imagen fue conocida como la imagen del Niño Alcalde.

Los padres Jesuitas tuvieron la ocurrencia de realizar una ceremonia religiosa que recordara estos hechos cada 31 de diciembre, a las 12 horas, día en que era costumbre cambiar las autoridades españolas del lugar.

El día 31, una procesión sale desde el templo de San Francisco de Asís integrada por los AILLIS (cofradía en que se organizaron los diaguitas), devotos del Niño Alcalde (Jesús Niño), que portan su imagen en la procesión.

Los AILLIS (voz quechua que significa triunfo, victoria) llevan una especie de escapulario que les cubre el pecho y parte de la espalda, adornado con dijes y espejitos y en la frente, una vincha de la que penden hacia atrás cintas coloradas.

Los preside el Inca (cargo renovado hereditariamente) que canta al compás de su caja y del arco un antiguo himno. Estos elementos responden a los que usaba el Inca del Perú.

Desde la Iglesia Catedral parten los ALFÉRECES (cofradía en la que se organizaron los españoles). Sobre su traje de día, visten una banda sobre el pecho y la espalda del hombro izquierdo al derecho, y portan una bandera tomada en forma de globos como bandera arriada en tiempos de paz. Están presididos por el Alférez Mayor (cargo electivo que se renueva todos los años) quién es acompañado por 12 Apóstoles y 12 Aspirantes con sus correspondientes estandartes.
         A las 12 en punto se produce el "Tinkunaco" o “Encuentro” de ambas procesiones frente a la Casa de Gobierno. La imagen de San Nicolás, con todo el pueblo reunido, se arrodilla tres veces frente al Niño Alcalde, reconociendo en él, al Señor, mientras los AILLIS entonan sus cantos tradicionales.

Luego, el Niño Alcalde es llevado a la Catedral, donde permanece tres días.

El día 3 de enero, frente a la Casa de Gobierno, San Nicolás despide al Niño Alcalde, cuya imagen es devuelta al convento de San Francisco mientras que la de San Nicolás retorna a la Iglesia Catedral, dedicada a San Nicolás de Bari, patrono de la diócesis.

Un motivo más de atracción son las carreras a caballo que, como un homenaje a San Nicolás, llevan a cabo los "Alféreces" en una de las avenidas de la ciudad.

Este encuentro es un buen momento para disfrutar las bebidas clásicas: Añapa y Aloja.



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12 de junio de 2012

LOGOS PORTAKEY

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Estos son los logos de nuestra Empresa "portakey" el elegido es el tercer logo.

 Cecilia Pachuk y Agustina Hernandez









Isabella Del Corso y Sofia Coiro









Camila Acosta














Este ultimo el de Camila Acosta es el elegido

30 de mayo de 2012

PROYECTO CELEBRACIONES

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Este proyecto busca revalorizar las celebraciones, descubrir sus raíces y relevancias culturales, organizarlas especialmente y vivirlas con mayor intensidad y compromiso, para luego poder compartirlas con otras instituciones educativas, otras regiones geográficas, otras culturas.Lasfiestas que elegimos son : tinkunaco ,la chaya ,la olivicultura y fiesta del artesano